20 de noviembre de 2016
María
se despertó de un sobresalto totalmente empapada en sudor. Llevaba varios días
sin dormir bien, con una pesadilla acosándola por las noches, como si a través
de las imágenes inconexas de un mundo azul le llegara un mensaje que no lograba
descifrar. Unas palabras lejanas se perdían en entre la brisa marina que la
llevaba más allá del horizonte, unas frases que aclaraban el misterio de su
desasosiego.
Se
levantó de la cama con movimientos lentos, la resaca de las pesadillas se le
pegaba a la piel en forma de gotas pegajosas que se enfriaban en contacto con
la frescura de la madrugada. María caminó de puntillas hasta la cocina para no
despertar a la casa, su familia dormía tranquilamente, ajena a sus desvelos.
Esperó
a que el microondas calentara una infusión relajante con un toque de vainilla
de pie ante el aparto. Estaba inquieta, extrañamente inquieta. Las últimas
ensoñaciones la llevaron a una cueva donde el tiempo transcurría distinto al
real y el color azul dominaba un mundo nuevo donde sentía una mezcla de temor y
alegría.
Cuando
la campana avisó de que la tisana estaba lista, María se sentó en la mesa de
madera. La oscuridad de la noche apenas se empañaba con la luz de una farola
que se colaba por la ventana.
Inspiró
el aroma de la taza antes de soplar para beber un sorbo sin abrasarse. Llevaba
días con aquellos sueños, eran tan reales… Sentía la humedad en su cuerpo, el
cansancio, la luminosidad, la presencia de una gargantilla en forma de media
luna, engastada en una piedra añil. Era como si ese colgante la guiara, la
llevara a otro lugar, como si su mente viajara a un paraje lejano donde la
realidad se confundía con un mundo paralelo.
Sorbió
de nuevo. El sabor de la vainilla calentó la traquea y llegó hasta el estómago
donde María tenía unas cosquillas inquietantes. ¿Qué era ese colgante? ¿Por qué
le parecía tan importante encontrarlo? ¿Dónde estaba la gruta de sus sueños?